Llueve,
mi amor, y ya no sé hacer otra cosa que imaginarte bajo la lluvia.
Llueve, y ya no sé escribir si no es sobre mojado por si el viento
no es capaz de llevarse las palabras. Las promesas de la primavera se
han ahogado a base de silencio y el tiempo no hace más que
recordarme que tu olvido estallará en cualquier momento.
Tus manos rebosaban tanta paz y yo debía declararte tanta guerra; si fui a curarte las heridas fue tan sólo con el fin de seguir matándonos después. "Jamás debiste haberte cogido aquel tren" -me dijeron al verme bajar de la estación en forma de piezas. Yo solo quería cortarme los pulmones con tus uñas, que el dolor me traspasara los huesos de tu recuerdo y retorciera mi clavícula hasta encontrar tu cicatriz. Quizás así, pudiese desde dentro cicatrizar la herida.
A veces te pienso y dejo de existir, entonces el mundo tiembla y las nubes se echan a llorar creando un ejército de besos que golpean tu ventana. Déjate mojar un rato. Que no conozco imagen más bonita que cuando te vi brillar bajo la lluvia ni conozco escondite más seguro que aquel portal en mitad de la tormenta. Tú quizás no lo sepas, pero anoche soñé contigo y en el sueño, te prometí que cada vez que lloviera me tendrías a tu lado, con los ojos cerrados y el corazón abierto. Exactamente igual que cuando te vi por última vez. Hoy llueve, diluvia en mi ventana y tú no estás. Pero créeme, yo estoy pegada a la tuya desde la primera gota que ha caído en tus manos. Asómate a las nubes, mi amor, que no es agua lo que cae desde este cielo oscuro, son caricias y llevan todas tu nombre y la única misión de acariciarte a ti.
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