Observo a las parejas sonrientes hacerle el amor a los parques, que no es lo mismo que follar en ellos. Y me pregunto quién de los dos hará la cena esta noche y quién se dejará abrazar al dormir. También, a veces, me pregunto si duermen. O si no han dejado de soñar por soñarse juntos.
Escucho a los mortales hablar de cómo sonríe su mitad. Escucho a los inocentes hablar de cómo mueven el culo y el mundo sus culpables del latido. Y me enamoro otra vez, como nunca he dejado de hacerlo.
Enamoro a tu ego porque tienes tanto amor propio que dan ganas de hacértelo. Ajeno. A las circunstancias.
Y a veces pienso en cómo se va a despertar, si todavía no se ha ido a dormir...
No despiertes. Septiembre sólo llega para los que se van.
Que te dejen soñar
de una puta vez
tranquilo.
Ojalá me perdone la prosa, porque la poesía me abandonaría si supiese que la uso para esto.
Sigo soñando acantilados, aunque no duerma ni los duerma. Hago como si nada, pero el monstruo del espejo se está ahogando. Y yo sólo soy una niña asustada del reflejo, por eso nunca salgo cuando llueve.
Hay más peces en el mar, pero mi tierra de nadie sólo tiene charcos.
Por lo menos la sangre
no devuelve imágenes.
Ojalá nunca hubiese aprendido a hablar, besaría muchísimo mejor. Ojala nunca hubiese aprendido a besar, callaría mucho mejor.
Hay un infinito terror, escondido debajo de esa manía tan humana, de no querer darnos la razón mientras nos regalamos la culpa.
Tal vez sea tonta, pero todavía no distingo tus dedos del cielo. Que me dejen mirar, donde me dé la gana.
Mira, el corazón no se rompe; se para. Tengo un corazón tan grande que me es imposible llevarlo a todas partes. Por eso, en situaciones, los bobos dirían que no tengo.
Aún así, no ando falta de emociones; corro.
Y sólo le pido a los sentimientos que me perdonen por dejarlos en casa, cuando voy a cualquier parte, en la que no estás tú.
Y sólo le pido a los sentimientos que te perdonen
cuando vas a cualquier sitio
en el que no estoy yo.
Y se te olvidan.
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