Ayer te vi desde el autobús. Cruzaste la carretera sin mirar para los lados. Tuve ganas de lanzarte el autobús y aplastarte con su peso y con mi rabia, por verte tan tranquilo como si el mundo te perteneciera solo a ti.
Debo confesar que me pasó algo raro porque después del ataque de rabia, me conmovió tu gorra ladeada y esa manera única de cargar tu mochila, no se sabe muy bien que es esa cosa que cuelga de tus hombros. Pero sí sé que llevarás revistas de cine, libros, CDs y por supuesto, algunas cosas para tu nueva chica.
Me enfurecí al pensar que sacarías de la mochila esa cualquier mierda para enamorar a alguien.
Pero no será para mí porque no te soporto. Si pudiera, te lo haría escuchar cien veces, como te lo dije hace cuatro meses.
Te haré llegar esta carta para que sepas como he cambiado, ya no me convencen tus excusas ni tus argumentos.
Descubrí como eres y estoy feliz de apartarme de ti.
A veces te añoro y hasta te deseo algunas noches, por eso te quiero bien lejos. Bien lejos y para siempre, quería continuar pero no estoy segura de aguantar sin ti mucho tiempo.
Quería humillarte y ahora te pido que regreses a mí. Parece que caí otra vez en esa cosa que no sé como llamarla, desgracia, pasión, amor, enfermedad, no lo sé.
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