Debería ser más valiente, admitir que todavía me giro cuando me dedican una sonrisa subliminal. Que no me asusto si me agarran de la mano. Que todavía me sonrojo si me guiñan el alma. Que siempre dejo mi casa pensando que esa noche no dormiré ahí.
Ser un poquito menos cobarde y reconocer que me pierdo en las fronteras de unas piernas largas. Que la invitación no es a la copa, sino a jugar a ser un rato animales, sin pretensiones, sin complicaciones, sin que me hagan el desayuno y me lo traigan para que se enfríe en la cama.
Sin tus besos de buenos días, sin tus polvos de buenos recuerdos.
Lo dicho, que debería admitir que todavía juego a ver quién me quiere esta noche a sabiendas de que no habrá forma de que vuelvas a ser tú.
No hay comentarios:
Publicar un comentario