Entrará en mi vida aquél que tenga su propia vida, quien me invite de vez en cuando a compartirla sin que quiera matar la soledad conmigo; quien entienda que al amor en libertad, también le gusta la compañía.

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viernes, 21 de agosto de 2015

Prólogo de Elvira Sastre para 'Mi chica revolucionaria' de Diego Ojeda.

Diego, mi Diego, el Diego que yo conozco, es un niño de manos adultas y corazón arrítmico. Si le miras a los ojos y él te mira a ti, podrás ver la playa más bonita de sus islas; si te deja balancearte por su acento, te sentirás la chica mas guapa del baile; si tienes la suerte de caer en sus letras, borrarás el vacío de tu abecedario. Tener a Diego en tu vida es saber que dentro de ti siempre habrá una puerta abierta.
El día que conocí a Diego, noté el bullicio que lleva dentro, y eso me gustó: no lo oculta. Es un chico capaz de reconocer la parte bella de la duda y de abrazar con cariño a sus miedos; él sabe que la felicidad se esconde detrás de la tristeza y la busca a través de todos sus monstruos. Si no lo encuentra, sigue rascando. Si la encuentra, lo grita a los cuatro vientos y se vuelve un vendaval precioso. Diego es tierno, cariñoso, inseguro, soñador, frágil, valiente, amigo y sincero, y lo más bonito de él, es que a veces se le olvida. Por eso devora poemas y poetas: para que se lo recuerden (bien sabemos que leer poesía es mirarse a uno mismo, darle la vuelta a tus propios ojos).
El día que conocí a Diego, tomé uno de sus aviones hacia su universo, y desde entonces siempre vuelvo a él cada vez que se me olvida volar.

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