fue una noche de jueves
de un ambiguo mes de julio.
Follamos como ángeles,
tal vez porque el deseo
tiene fecha de caducidad
aunque no nos atrevamos nunca
a darle la vuelta al envoltorio.
Después me llevaste a merendar
a uno de esos sitios a los que
sólo me dejarían entrar contigo.
Parecíamos felices
pero en los siguientes días
la realidad nos dio una patada en la cara.