Entro en tu cuarto y dejo los sentimientos encerrados en cualquier cajón antes de desnudarnos. Para que no me hagas daño. Para que no duela.
El frío sólo lo siente quien tiene la costumbre de acercarse demasiado a lo que otros esperan de ti, o quien encara sin armas la llegada del invierno.
Y después de este amor sin sentimientos, sólo me queda aceptar que ya no quedan brasas donde soplar. Que el amor no se merece, surge o no surge, y si surge, después hay que aprender a saltar las tapias del miedo.
Qué quizás me equivoque, que con suerte aún recuerdas algo. (Amar a alguien conlleva consigo la posibilidad, por no decir la seguridad, del olvido.) Me dicen que te olvide, y tienen razón, pero lo dicen porque no saben lo ligeros que son dos amante cuando es correspondido.
Pero mejor me despido.
Me están subiendo los tres polvos de más que te debo, como una droga que no consumes pero afecta.